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sábado, 31 de agosto de 2013

Maestros de vocación




Dicen los medios
que no trabajan,
que solo estorban con sus plantones.
¿Qué protestan?
¿Quién los mueve?
¿Por qué gritan incoherencias?
¿Cuáles son sus intereses?
¿Por qué reaccionan con violencia?
¿Por qué secuestran nuestras calles?
¿Por qué no aceptan
lo que el gobierno les ofrece?
Y los políticos cuestionan
¿Qué saben ellos de  educación
si no la tienen?
La ley no se discute,
la ley se acata y se obedece.
Son maestros disidentes,
son maestros inconformes.
Nada los calla,
nada los llena,
nada los detiene.
¡Que los encierren!
¡Que los encierren!
El gobierno dice:
¡Son culpables
de la baja calidad educativa!
y los medios lo repiten,
¡Son culpables!
¡Son culpables!
Enajenan, adormecen.
Los maestros marchan
y protestan
bajo el sol
bajo la lluvia
bajo la mirada inquisitiva.
de las autoridades.
Los maestros piden diálogo,
sentarse a la mesa,
discutir  sus ideas;
plantean debates,
hacen propuestas,
no aceptan imposiciones
ni leyes injustas.
La gente dice y contradice
entre tanta incertidumbre
y confusión de los medios oficiales.

¡Son los malos!
¡Son los buenos!
mas la verdad nadie la calla.
Luchan por ellos,
luchan por nosotros;
son nuestros hermanos,
son nuestra familia,
son nuestra voz,
y nuestra esperanza dormida.

Son los maestros
que hacen camino
mientras caminan.
Son la conciencia colectiva,
democracia en movimiento,
el pilar de la justicia.
El comentarista los hostiga,
la policía los reprime,
el  gobierno no los oye,
los ignora,
no los necesita.
Apunta contra ellos,
¡Son culpables!
¡Son rebeldes!
no acatan decisiones,
y  promulga leyes
que aniquilan sus derechos laborales.
¡Que los quemen!
¡Que los quemen!
Grita la ignorancia,
y es verdad.
Mientras más leña,
el maestro se enciende,
se transforma,
brilla cada vez más
en la oscura realidad

de un pueblo enajenado,
atado a la miseria
y la mentira.
El maestro es  luz en las tinieblas
y líder de un pueblo que despierta
y camina.
¡Que los quemen!
¡Que los quemen!
El corazón del maestro arde,
en sus manos sostiene un libro
y en sus labios hay sabiduría.
¡Amo a mis niños!
¡Amo a mis jóvenes!
¡Amo mi profesión!
¡Amo a mi patria!
¡Podrán arrancarme la vida
pero nunca apagar mi vocación!
Soy maestro del pueblo
y le doy educación
con el ejemplo,
con valor.
Podrán encerrar mi cuerpo
pero nunca mis sueños e ideales,
podrán quitarme el corazón
mas nunca  la dignidad ni la razón,
podrán reprimir mi voz
pero nunca doblegarme a la injusticia.
Mi amor por la docencia
no se vende ni se arrodilla
ante el tirano que quiere
de su pueblo sumisión
mientras engorda su egolatría.
Los medios censuran,
los medios incriminan
¡Que los encierren!
¡Que los encierren!
pero el maestro ya inició su marcha
y hace camino mientras eleva su voz,
y sacude la conciencia dormida.










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